Madre ejemplar - Relato erótico
Feb 08, 2024Mi mujer, 40 años, es madre y esposa ejemplar, funcionaria, atractiva.
Eso de puertas para afuera. De puertas para dentro desde hace unos meses la cosa ha cambiado. Me he convertido, por fin, en un cornudo consentido, y ella se ha mostrado como yo siempre la había imaginado: una muñeca para regocijo de quien quiera.
Juan me llamó y me dijo que tenía un futuro cliente muy bueno y para firmar el contrato quería que pasase un buen día en Málaga y organizarle una fiesta. Al tipo en cuestión le iba el sexo fuerte. Juan lo pagaría todo y el plato principal quería que fuese Ruth. A mí me daría 6.000 €. Me dijo que Carlos, el empresario, quería conocer al cornudo de la puta a la que se iba a follar como le viniera en gana. Al oír esa frase me empalme súbitamente. Iríamos a comer los cuatro juntos y luego ellos tres se irían a un hotel con alguien más; imaginé que algunos hombres más y alguna puta para montar una orgía. Juan me dijo que estuviera tranquilo que él siempre estaría con Ruth, que intentaría grabarlo todo y que me llamaría cuando terminasen para recoger a Ruth o antes si Ruth se lo pedía; yo ya me la imaginaba echa polvo de follar fuerte durante horas y horas. Ruth me preguntó por mi opinión: le dije que ya sabía ella que yo era muy morboso y deseaba que se la follaran como a una muñeca hinchable; ella se había vuelto muy puta, el dinero le encantaba, sabía que lo pasaría bien, el problema es que no le dieran tregua, pero bueno, estaba muy excitada y aceptó de buen grado.
Quedamos a mediodía. Ruth llevaba un tanga y un sujetador blancos y encima un vestido blanco corto vaporoso, semitransparente a la altura del pecho.
Cuando Juan y Carlos llegaron nosotros ya estábamos esperando a las puertas del edificio en cuya 23ª y última planta se encontraba el restaurante.
Carlos le dio dos besos en la mejilla a Ruth la miró de arriba y abajo detenidamente y dijo "bonito juguete".
Carlos iba impecablemente trajeado, tendría 60 años, 1.70 m., un poquito gordo, no era el paradigma de belleza de Ruth, pero tampoco era feo ni desagradable a la vista. Me dio la mano, me miró y su mirada me transmitió autoridad y mando: Tú eres el cornudo de esta muñeca ¿no?
Esperábamos el ascensor en el hall, a un par de metros del portero del edificio, y me ordenó "bésala en condiciones y métele mano". Nos besamos con lengua y le toque las tetas y el coño por encima del vestido durante medio minuto.
Enséñale a éste cómo se mete mano, le espetó Carlos a Juan; entramos en el ascensor y empezó a besar a Ruth sobándole a conciencia por encima del vestido; el portero no podía creer lo que estaba viendo.
Cuando salimos del ascensor Carlos se acercó a Ruth e introdujo su mano bajo el vestido y mi mujer dio un respingo cuando hábilmente le apartó el tanga y le metió dos dedos en el coño que al momento sacó chorreando, olió y se limpió en un pañuelo: la has puesto caliente Juan. Ruth estaba radiante: le había gustado al empresario.
Entramos en el restaurante y nos sentamos en un reservado, Juan le dio un billete de 100 € al camarero y le dijo "ver, oír y callar". Yo pensé "nos la follamos aquí mismo". Ruth estaba sentada junto a la pared, frente a mí, a su derecha Juan, a su izquierda Carlos.
Pedimos la bebida, el camarero nos preguntó si esperábamos a alguien más y Juan le dijo que no, que yo no me quedaría a comer, solo un aperitivo, pero que "su (mi) mujer se quedaría", para que al camarero no le cupiera duda que ella era mi mujer; yo me quedé muy parado pues creía que estaría hasta que acabase la cena, pero se ve que Carlos tenía otras ideas y las había compartido con Juan para que éste las llevara a cabo y éste se veía que disfrutaba con ese rol, disponiendo de mí y de mi mujer como vi a continuación a su antojo; pronto reaccioné y me empalme.
Mientras el camarero nos servía la bebida Juan le dijo a Ruth: "dale el sujetador a tu marido para que se lo lleve"; ella, dubitativa miró a Juan, a mí, al camarero, ... se llevó las manos a la espalda, quitó el broche del sujetador, metió una mano en su pecho y sin ningún pudor, mirando a Carlos y al camarero se sacó el sujetador, me lo entregó y lo introduje en el bolsillo de mi chaqueta.
Los pezones se dejaron entrever entre la tela semitransparente blanca del vestido.
Carlos empezó a tocarle el pezón izquierdo sobre la tela hasta que se empitonó; tócate el otro, le dijo a Ruth y quien se afanó y pronto se empitonó también el derecho, y así continuarían ambos pezones durante toda la comida por el roce del vestido y los dedos estimuladores de Carlos y Juan también.
A penas me había tomado media cerveza Juan me mandó al baño a hacerme una paja, me pasó su servilleta, lo que me dejó claro que tenía que depositar allí la prueba de haber cumplido con lo ordenado.
Llegué al baño y en treinta segundos llené la servilleta de leche, volví a la mesa, Ruth tenía el vestido subido por los lados y una mano de Carlos y otra de Juan sobándole el interior de los muslos.
A instancias de Juan le pasé la servilleta a Ruth quien con avidez tomó la leche;
Juan me dijo que la besara y que ya me llamaría. Me besé con mi mujer largamente pasándome mi leche, nos dijimos que nos queríamos, y me despedí de todos delante del camarero. Juan me dijo "llévate esto también" y me pasó el tanga empapado de Ruth, que se lo había quitado mientras yo me pajeaba en el
bano.
¡Cómo estaba disfrutando el cabrón de mi amigo Juan!
A partir de aquí todo lo que ocurrió en el restaurante lo sé por lo que me ha contado mi mujer, en menor medida por Juan y alguna foto.
Mientras comían, y Ruth bebía mucho, Carlos sacó de su maletín una polla de plástico con una ventosa en su base. Entre risas y la mirada cómplice del camarero Ruth se levantó, colocó el dildo en el centro de la silla, se encajó la punta y se sentó de golpe.
Siguieron comiendo mientras Ruth de vez en cuando se movía rítmicamente con la verga de plástico, le sobaban el coño bajo el mantel, le sobaban las tetas.
Pidieron al camarero que saliera hasta nueva orden y Ruth por fin se deshinibió, se subió el vestido y empezó a follar el falo que tenía en la vagina y a masturbarse con los dedos, se sacó los pechos para que los dos hombres se los tocaran, comieran sobre ellos, y mientras le besaban se corrió dos veces dejando la silla totalmente mojada.
Se sacó la polla de plástico chorreando jugos y se arrodilló ante Juan, le abrió la bragueta y le sacó una polla que ya había tenido dentro de su coño y de su boca hacía semanas, de buen tamaño pero aún no en su expresión máxima, la descapulló, empezó a chupar su cabeza y se la metió en la boca mientras Juan le sobaba y apretaba las tetas. No tardó mucho Ruth en darse cuenta que esa polla iba a reventar, así que se la sacó de la boca, siguió pajeándolo y se corrió.
Mi mujer se tomó un nuevo trago de vino tinto y se arrodilló entre las piernas de Carlos, dispuesta a correr una polla menos grande que la de Juan, más vieja, pero totalmente erecta por el mucho rato que su dueño se la llevaba pelando, empezó a lamerla, Carlos levantó la cabeza de Ruth: "te la vas a meter en la boca de puta que tienes y no te la sacas hasta que te tragues toda la leche y me la dejes limpia, no quiero que me manches los pantalones".
Ruth tuvo claro que tendría que cumplir la orden, se metió la polla en la boca, se dejó sobar las tetas y los pezones hasta que notó que se tensaba el cuerpo de Juan y se derramaba, abundantemente, en su boca tragándose toda la leche y dejando limpia la ahora pollita, la metió en su bragueta y subió la cremallera.
Todos se recompusieron las ropas, tomaron los postres, siguieron riendo, los dos hombres comentaron lo puta que era la modélica madre de familia, esposa y funcionaria, y todo lo que le esperaba en el hotel.
Mientras Juan salía tocando sobre el vestido ese culo sin tanga y los pezones seguían empitonados y transparentados, se cruzó con el camarero y le dijo: "la próxima vez te la follas delante de su marido".
En el ascensor Juan hizo una llamada anunciando que ya iban para allí (hotel).
Como habíamos hablado anteriormente Ruth pensó que en el hotel sería follada por más personas, no solo las dos pollas ahora en reposo que llevaba a su lado, en la parte posterior de un taxi, cuyas manos se perdían bajo su vestido tocando su coño caliente, totalmente depilado.
En la suite del hotel había un hombre de cincuenta y muchos, secretario de Carlos, Mané, nada atractivo.
Ruth entró en el baño de uno de los dormitorios y se tomó un rato para ducharse, coger aire y disponerse a follar durante lo que quedaba de tarde y noche.
Juan era uno de nuestros mejores amigos y colaboramos en el trabajo; siempre había querido hacer un intercambio con nuestras mujeres y así estuvo a punto de ocurrir una noche en un viaje que organizamos a Madrid, después de cenar y tomar muchas copas mientras bailamos, llegamos al hotel y su mujer se quedó durmiendo, al final Ruth acabó mamándosela y metiéndose su polla, más larga y gorda que la mía, por el coño, pero esa es otra historia, que la mujer de Juan sospecha pero no sabe.
Fue la única vez que Juan se tiró a mi mujer, Juan es delicado, amable: buena persona; pero hoy había mostrado otra cara: la autoritaria, la de "amo".
Cuando Ruth salió del baño envuelta en un albornoz, Carlos, Juan y el gordo (Mané) se disponían a tomar viagra para "darte lo que merece una puta como tú" le dijo Pedro a la vez que le ordenaba que se quitara el albornoz para que los otros dos pudieran ver al detalle el cuerpo que él ya conoció.
Ella así lo hizo acercándose a cada uno de ellos para que la examinaran y tocaran al gusto de cada cual, comprobando Carlos sus pequeños labios y su clítoris totalmente escondido: ya te lo sacaré yo, le dijo.
Pedro añadió, porque yo así se lo confesé un día, que Ruth era clitoridiana y no vaginal
El gordo abrió el maletín de Carlos y le enseñó a Ruth todos los vibradores, consoladores, bolas chinas, fundas de pene, plug y demás juguetes con los que iban a disfrutarla y hacerla disfrutar.
Pronto se desnudaron los tres y Ruth pudo comprobar que la única polla que no había visto, la de Mané, no era corta pero gorda, más que la de Juan.
Juan le dijo que lo que no tenían era condones pero que no se preocupara que estaban limpios de toda enfermedad, que la iban a follar a pelo, a lo cual Ruth, excitada por ello, mintiéndoles, se mostró preocupada por quedarse preñada (algo impensable pues ella toma la píldora), lo que excitó más a los hombres, y Carlos riéndose le dijo pues te vamos a hacer un buen bombo para que luego tu cornudo lo críe y cuando sea grande ya verás con quién tiene más parecido.
Se sentaron los tres en un sofá y Ruth empezó a comer pollas y pajearlos alternativamente; más de medio hora se tiró hasta que pudo sacarles la leche a los tres y tragársela, siendo especialmente abundante la del gordo, quizás por ser la primera vez que se corría ese día.
Juan puso a Ruth en la cama enorme que había en el dormitorio principal, cogió un cinturón ancho y le dijo: antes de empezar a follarte te voy a dar cinco cinchazos, nada más. Boca abajo la golpeó con el cinturón en un cachete, se fue al otro lado y golpeó el otro cachete, quedando ambos marcados en rojo.
Le dio la vuelta a Ruth como si fuera un saco mostrando su cara de dolor, se apartó un poco del cuerpo para solo castigar la teta izquierda, se fue al otro lado y se aplicó con la teta derecha.
Solo faltaba un golpe, Juan se sentó a horcajadas sobre el pecho de Ruth pero mirando hacia sus pies, Carlos y Mané le abrieron las piernas al máximo (Ruth es muy elástica) y Juan ejecutó el golpe que abarcó desde el ano, el coño abierto y el pubis.
Cinco golpes, secos, fuertes, a conciencia, pero no habría más. Le dieron ginebra para que se recuperara y los tres cabrones, empalmados por el espectáculo o por la viagra empezaron a manosearle el coño y las tetas.
Pedro se colocó entre las piernas de Ruth, le metió un cojín bajo el culo para qué estuviese más expuesta. Los otros dos se pusieron a cada lado de la cabeza de Ruth quien empezó a comer y pajear sus pollas.
Juan se puso vaselina en los dedos y los metió en el culo de Ruth que dio un fuerte respingo, después de sacarlos se llenó el rabo de vaselina y le preguntó a la guarra que qué quería.
Ruth sabía lo que Juan irremediablemente le iba a hacer y sacándose la polla de Carlos de la boca le dijo lo que él quería oír y a ella le apetecía, aunque estaba segura que le iba a doler: que le revientes el culo a la puta esposa de tu amigo cornudo con tu rabo.
Yo, en casa, con los deberes y la merienda de los niños, iba recibiendo whatsapp de Juan:
"Cornudo acaba de comerse tres pollas la puta de tu esposa".
"La guarra me está suplicando que le folle el culo"....
Juan acercó el capullo al ano de mi mujer y despacio, pero sin pausa, le metió la polla hasta los güevos, un minuto, que a Ruth le parecieron diez, mientras le desgarraba el esfínter, la sacó despacio y volvió a meter despacio, después de repetir el mete y saca varias veces, Ruth continuó comiendo y meneando pollas, mientras el dolor disminuía para convertirse en placer, mientras Juan bombeaba más rápido y fuerte, el culo de mi mujer estaba totalmente abierto. Carlos cogió un pequeño vibrador y se lo metió en el coño, mientras él bruscamente le abría los labios y buscaba su clítoris, pellizcándolo hasta que se hizo visible y empezó a masturbarlo.
Juan se corrió en el sucio culo de Ruth y ésta también entre los dedos de Carlos.
Mané sacó su polla y se corrió en su cara. Carlos ocupó el sitio de Juan, pero el culo le quedaba grande a su polla, por lo que se puso una funda lisa, con lo que rápidamente pudo correrse también en ese culo.
Mané cogió un consolador grande y se lo metió a Ruth en el chocho y estuvo metiéndolo y sacándolo cerca de media hora; Ruth estaba excitadísima, pero no se podía correr porque era clitoridiana y no le dejaban hacerse un dedo, suplicaba por correrse.
Juan acercó su boca al coño de Ruth y en menos de un minuto se corrió, le dolía la vagina por el tato que llevaba el consolador en su interior y aún más el clítoris; cuando ella se corre necesita un ratito para que el clítoris se relaje y pueda volver a sentir placer y no dolor. Pero Carlos no le dio ni un segundo, nada más correrse Ruth en la boca de Juan siguió él con la comida, el clítoris estaba totalmente salido y cada lamida, cada pequeño mordisqueo era una tortura para Ruth que pedía que la dejaran descansar; por supuesto Carlos no hizo caso y estuvo como cinco minutos comiéndolo, cinco minutos de dolor intenso, hasta que empezó a venirle el placer y se corrió mientras volvía con más intensidad el dolor.
Estaba anocheciendo cuando Juan me puso un mensaje: "tráele ropa a tu puta".
Pensé que ya me la entregaban, cogí lo primero que pillé y me fui raudo al hotel.
Manel se puso entre sus piernas ocupando con su gorda verga el lugar del consolador y empezó a follarla fuerte en lo que se preveía una follada larga, pues el gordo se veía que tenía aguante, mientras empezó a acariciarle el clítoris. Se ve que le habían cogido el gusto a machacárselo sin tregua, lo tenía gordo, salido, amoratado, en carne viva; Carlos y Juan alternativamente le follaban la boca. Ruth se dejaba hacer cual muñeca hinchable, excitada, pero cansada.
Esa fue la imagen que vi cuando Juan me abrió y volvió a ocupar con su polla la boca de Ruth, la vi desmadejada, pero comiendo con ganas. Me empalmé nada más ver al gordo, al que yo no conocía, follando a mi preciosa mujer y tocándole el coño. Juan lo notó y me dijo que me uniera al festín que había puta para todos.
Ruth me miró, se sacó la polla que tenía en la boca y se dirigió a mí: mira cabrón lo que le están haciendo a tu mujer estos tres machos, en mi vida me he corrido tanto, están haciendo conmigo lo que les da la gana y a mí me encanta. Me iba a reventar la polla con aquellas palabras. A todo esto el gordo se corrió, y Juan y
Carlos en la boca de aquella puta.
Toda tuya me dijo Juan y cuando me disponía a desnudarme y follarme a mi mujer, no tu mujer no, mi polla es toda tuya, límpiamela; a Ruth se la iluminaron los ojos y me animó: venga maricona limpiapollas, te va a gustar chupar los rabos que me han follado.
Cuando joven me había comido un par de pollas, realmente había poco que limpiar en aquella polla morcillona, ya que mi mujer ya había hecho el trabajo, después de unos minutos me tocó la de Carlos, mucho más pequeña e igualmente insípida; quedaba la del gordo, morcillona también pero sucia, llena de una mezcla de semen y los jugos de mi mujer.
Cuando la dejé limpia y empalmado como estaba me dejaron subirme encima de la puta y metérsela en el coño, que noté llenó de líquidos, no duré ni un minuto y me corrí.
Ahora límpiale el culo y el coño, me dijo Juan. Y ahí estuve viendo el culo y el coño de mi mujer abiertos chorreando, los labios muy mojados, lo limpié todo con mucho cuidado pues ella estaba con el coño y el clítoris hinchado y no quería hacerle daño.
Al terminar Juan me dijo que la duchara y la vistiera rápido que íbamos los cinco a cenar.
No me podía creer que aún no hubieran acabado con la guarra, que a penas podía andar, pero después de la ducha estaba más recuperadas, pero tenía el coño totalmente escocido y el culo desgarrado.
No sabía cómo ni cuándo acabaría todo, pero al menos yo había mojado una vez.
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